En este momento estás viendo Épafo, hijo de Zeus y rey de Egipto

Épafo es mayormente conocido por ser el hijo de Zeus, el rey de los dioses, y la mortal Ío, una sacerdotisa de Hera. Su linaje no solo lo conecta con los dioses olímpicos, sino que también lo sitúa como un personaje central en el relato mitológico de Egipto, donde se le considera un rey legendario. Su nombre, que significa «el que toca», simboliza el acto divino mediante el cual Zeus engendró a Épafo, como si el mismo rayo hubiera depositado vida en Ío.

En algunas tradiciones, Épafo es también conocido como Apis o incluso Munantio, nombres que reflejan la diversidad y riqueza de las fuentes antiguas. Curiosamente, existe una versión alternativa que lo presenta como hijo de la Noche y el Erebo, aunque esta interpretación parece derivarse de una confusión gráfica con Ápate, la personificación del engaño. Además, ciertos mitos mencionan una hermana, Ceróesa, aunque su papel en las narraciones es menos destacado. Dicho esto, veamos como se conecta el gran Épafo con la funtación de la civilización y las tradiciones egipcias.

El turbulento nacimiento de Épafo

Convertida en una vaca blanca por la celosa diosa Hera, Ío fue condenada a vagar por el mundo acosada por un tábano enviado para atormentarla. Tras un largo y doloroso peregrinar, Ío llegó finalmente a Egipto, donde las caricias de Zeus no solo la liberaron de su forma bovina, devolviéndole su figura humana, sino que también le permitieron dar a luz a Épafo junto al sagrado río Nilo.

Sin embargo, el nacimiento de Épafo no fue suficiente para aplacar la ira de Hera. La diosa, determinada a seguir castigando a Ío y al hijo de Zeus, ordenó a los curetes, sus leales sacerdotes guerreros, que secuestraran al recién nacido. Aunque los curetes cumplieron con el mandato divino, su acto fue descubierto por Zeus, quien, lleno de furia, los destruyó con su poderoso rayo. Tras un arduo viaje, Ío logró encontrar a su hijo en Siria, donde Épafo había sido amamantado por Astarté o Saosis, la esposa del rey Malcandro de Biblos. Ío regresó con Épafo a Egipto y se unió en matrimonio con Telégono, el rey local. A la muerte de este, Épafo heredó el trono de Egipto.

Reinado y descendencia con Menfis

Luego de convertirse en rey de Egipto, Épafo consolidó su gobierno al unirse en matrimonio con Menfis, hija del dios-río Nilo. En honor a su esposa, el rey fundó la ciudad de Menfis, que con el tiempo se erigiría como la nueva y prominente capital del reino, marcando una era de prosperidad. De su matrimonio con Menfis nació Libia, quien, según la tradición, dio su nombre al territorio que hoy conocemos como África del Norte. Sin embargo, algunas fuentes presentan variaciones en la genealogía de Épafo. Un autor menciona a Casiopea como madre de Libia, mientras otros afirman que su hija Lisianasa fue madre del infame rey Busiris de Egipto.

La descendencia de Épafo se expandió más allá de Egipto, integrándose en diversas mitologías. Según el Catálogo de mujeres, los pueblos libios, etíopes y meláneos (asociados con la piel oscura) descendían de las uniones divinas de su linaje. Además, Esquilo en su Prometeo encadenado atribuye a Heracles, un descendiente de Ío y Épafo, la liberación del titán Prometeo de sus cadenas.

Otra versión menos conocida señala que Épafo tuvo un hijo llamado Doro, quien engendró a Pigmeo, el ancestro epónimo de los mitológicos pigmeos. Estas variantes destacan la riqueza y complejidad de las tradiciones sobre Épafo, reafirmando su papel central en la conexión de los dioses con las civilizaciones humanas. Su legado, tanto como gobernante como ancestro, se mantiene como un puente entre los mitos griegos y la identidad cultural de Egipto.

Muerte de Épafo a manos de los gigantes

El glorioso reinado de Épafo terminó de forma trágica, según narran los mitos tardíos. Hera, todavía consumida por los celos hacia Ío y su descendencia, tramó una venganza definitiva contra el rey. Aprovechando una cacería, Hera convenció a los titanes para que se rebelaran contra Zeus y, en el proceso, asesinaran a Épafo. Aunque la rebelión de los titanes fracasó y Zeus los arrojó al Tártaro, los colosales enemigos lograron capturar a Épafo y devorarlo antes de ser vencidos.

La violenta muerte de Épafo reforzó su carácter semidivino en las tradiciones griegas y egipcias. Estudiosos modernos, como David Rohl, han propuesto que Épafo podría corresponder históricamente al faraón hicso Apofis. Esta identificación resalta la conexión entre las narraciones míticas griegas y las interpretaciones históricas de las figuras egipcias, consolidando un puente entre ambas culturas. Su muerte, aunque violenta, simboliza la lucha constante entre los dioses olímpicos y las fuerzas primordiales del caos.