Las Nereidas son doncellas del océano, hijas del anciano del mar Nereo y la oceánide Doris, las cuales encarnan la esencia misma de la belleza y la influencia acuática. Conocidas como las guardianas de las profundidades, estas divinidades nacidas del manto azul, seducen con su gracia y danza entre las olas, esparciendo encanto por donde quiera que viajen. Son cincuenta en número, cada una con una personalidad singular, aunque todas comparten una estrecha conexión con los mares y océanos que gobiernan.
Su presencia es tanto enigmática como reconfortante, pues su lealtad se extiende más allá de la hermosa superficie del agua, cuidando de los marineros y velando por la seguridad de los navegantes con sus cantos melodiosos. En el siguiente artículo expondremos todo lo visto a lo largo de la mitología, desde su papel como protectoras de la vida marina y figuras místicas hasta su conexión humana con el océano y las mareas.
Origen en la mitología griega
Nacidas de las profundidades del océano, estas cincuenta doncellas, hijas del sabio Nereo y la misteriosa Doris, emergen como símbolos de la belleza y la gracia que habitan en los mares del Egeo. Llamadas Nereidas por su linaje paterno, se sumergen en las aguas del misterioso mar, siendo reconocidas como aliadas y protectoras de los navegantes. Tetis, la madre de Aquiles; Anfítrite, esposa de Poseidón; y Galatea, inolvidable amor del cíclope Polifemo, son algunas de las más célebres entre estas doncellas marinas.
Su nombre, derivado del vínculo con Nereo, dios del mar, evoca no solo su linaje divino, sino también su vínculo etimológico con la encantadora naturaleza de las aguas. Estas ninfas, arraigadas en la mitología, representan la conexión entre la tierra y el vasto reino acuático, personificando la belleza, el encanto y la protección que rodea a los océanos. Además, como curiosidad extra, el término «Nereida» aún se utiliza, en este caso, para referirse a las hechiceras y a las miradas que evocan encanto.
Rol y descendencia de las Nereidas
Según las leyendas de la mitología griega, las criaturas salían de su morada en las profundidades hacia la superficie para socorrer a los marinos en sus travesías, convirtiéndose en aliadas notables, especialmente recordadas por su ayuda a los Argonautas en su búsqueda del vellocino de oro. Vestidas con túnicas de seda blanca ribeteadas con oro, o incluso completamente desnudas, las Nereidas bailan con gracia mientras entonan melodías que encantan y consuelan.
Se desplazan en delfines, hipocampos y criaturas marinas, coronadas por corales rojos, parte del séquito de Poseidón. En altares a orillas del mar, los griegos las honraban con ofrendas de leche, aceite y miel, reconocidas como protectores de los marinos en su vasto dominio. Con este dicho, entre aquellas divinidades, destacan solo unas cuantas con descendencia: Anfítrite, madre de Tritón; Clímene, madre de Atlante y Prometeo; Galatea, amada por Acis y perseguida por el cíclope Polifemo en vano; Neera, madre de Apsirto; Prote, madre de Faetonte; Psámate, madre de Foco; y Tetis, madre del legendario Aquiles.
¿Cuántas y cuáles son las Nereidas?
En diferentes relatos, se mencionan un número diverso de estas divinidades marinas, lo que genera un debate sobre su cantidad y denominaciones exactas. Apolodoro enumera 50 nombres, entre ellos Cimótoe, Espeo, Glaucónome, Nausítoe, Halia, Erató, Sao, Anfítrite, Eunice, Tetis, Eulímene, Ágave, Eudora, Doto, Ferusa, Galatea, Acteea, Pontomedusa, Hipótoe, Lisianasa, Cimo, Éyone, Halimede, Plexaura, Eucrante, Proto, Calipso, Pánope, Cranto, Neomerís, Hipónoe, Yanira, Polínome, Autónoe, Mélite, Dione, Nesea, Dero, Evágora, Psámate, Eumolpe, Yone, Dinámene, Ceto y Limnoria.
Por su parte, Hesíodo presenta una lista con nombres como Ploto, Eucrante, Sao, Eudora, Tetis, Galene, Glauce, Cimótoe, Espeo, Toa, Halia, Pasítea, Erató, Eunice, Mélite, Eulímene, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Nesea, Acteea, Protomedea, Doris, Pánope, Galatea, Hipótoe, Hipónoe, Cimódoce, Cimatolege y Anfítrite. Sumado a esto, la Ilíada de Homero nombra a algunas, entre ellas Glauce, Talía, Cimódoce, Nesea, Espeo, Toa, Halia, Cimótoe, Acteea, Limnoria, Mélite, Yera, Anfítoe, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Dexámene, Anfínome, Calianasa, Doris, Pánope, Galatea, Nemertes, Apseudes, Calianasa, Clímene, Yanira, Yanasa, Mera, Oritía y Amatea.
En otra fuente, Higino nombra a 50 Nereidas, entre ellas Glauce, Talía, Cimódoce, Nesea, Espeo, Toa, Cimótoe, Acteea, Limnoria, Mélite, Yanira, Anfítoe, Ágave, Doto, Proto, Ferusa, Dinámene, Dexámene, Anfínome, Calianasa, Doris, Pánope, Galatea, Nemertes, Apseudes, Clímene, Yanira, Panopea, Yanasa, Mera, Oritía, Amatea, Drimo, Janta, Ligea, Filodoce, Cídipe, Licoria, Clío, Beroe, Éfire, Opis, Asia, Deyopea, Aretusa, Clímene, Creneis, Eurídice, Leucótoe.
Las pinturas de vasijas de la época también hacen referencia a otras Nereidas, como Nao, Pontómeda, Cálice, Coro, Iresia, Cimatótea y Eudia, aunque sus apariciones pueden variar. Esta diversidad de nombres y cantidades en las distintas fuentes genera un enigma sobre el número exacto de estas divinidades marinas, convirtiendo su propia existencia en un verdadero misterio.
Diferencia con las Sirenas
Las Nereidas, hijas de Nereo y Doris, son ninfas marinas representadas generalmente como doncellas bellas con formas humanas, relacionadas con la protección de los marineros y las profundidades del mar Mediterráneo. A menudo se las muestra acompañadas de delfines o montadas en ellos, y suelen llevar tridentes como atributo. Se les atribuye una naturaleza amable y se dice que emergían del mar para ayudar a los navegantes en sus travesías.
Por otro lado, las Sirenas, originalmente retratadas como seres con cuerpos de aves y rostros de mujeres, emitían cánticos encantadores que atraían a los navegantes hacia su destrucción en los arrecifes. En la Odisea, Ulises evita su encanto atándose al mástil de su barco y ordenando que tapen los oídos de su tripulación con cera. A pesar de que originalmente se les representaba como aves con cabeza humana, en posteriores relatos se las describe con cuerpo de pez, probablemente como una amalgama de mitos.