En el resplandor eterno de la mitología griega existen muy pocas figuras que brillen con tanta intensidad y controversia como Helena, la legendaria mujer cuya belleza fue la chispa que encendió una guerra colosal. Su nombre, que evoca la llama de una antorcha, es un reflejo de su propia esencia ardiente que atrajo a héroes y desató tragedias insondables. También conocida como Helena de Troya o Helena de Esparta, se le consideraba hija de Zeus.
Casi todos los mitógrafos clásicos de la Grecia antigua tejieron historias en torno a su figura, dotándola de un aura de misterio y magnetismo irresistible. La leyenda de Helena, con sus bases en una emoción tan humana como es el amor, permanece como un símbolo perdurable del cómo la belleza puede dar pie a pasiones con el poder suficiente para cambiar el curso de la historia.
Nacimiento y pretendientes de Helena
Su nacimiento, enmarcado en la unión entre Zeus y Leda, desafía los procedimientos humanos; dos huevos, dos linajes entrelazados: de uno nacen los inmortales Helena y Pólux, del otro, los mortales Clitemnestra y Cástor. Esta dualidad se entrelaza en la leyenda de los Dioscuros, unidos por su destino y separados por su naturaleza divina y terrenal. Otra narrativa, igualmente cautivadora, atribuye su origen a la diosa Némesis, engendrada por Zeus en la figura de un cisne, y nacida de un huevo hallado por Leda, madre adoptiva de Helena, quien la crio como si fuera su propia hija.
Con su radiante belleza, Helena atrajo a numerosos pretendientes, sin embargo, fue Menelao, rey de Esparta y hermano de Agamenón, quien la llevó al matrimonio. De esta manera, el olvido de una diosa y un juramento de protección sellaron el destino de quien sería el epicentro de la Guerra de Troya. Con Menelao fue la madre de Hermíone y Nicóstrato, no obstante, también tuvo a Helena, Córito, Ágano, Ideo y Bunomo con Paris; Ifigenia con Teseo y a Euforión con el héroe Aquiles.
Rapto de Helena por parte de Teseo y Pirítoo
Desde su infancia, su belleza, embriagadora y hechizante, atrajo tanto la admiración como la desdicha. En un acto impetuoso, Teseo, el valiente héroe ateniense, y su compañero Pirítoo, secuestraron a la joven Helena mientras danzaba en un ritual en el santuario de Artemisa Ortia en Esparta. El destino, caprichoso como los dioses, llevó a Teseo a obtener a Helena como botín, pero al regresar a Atenas, el pueblo le negó la entrada a la ciudad por su accionar. Teseo se vio forzado a llevarla a Afidna, cerca de su madre Etra, aunque su historia no terminaría ahí.
La audacia de Teseo y Pirítoo los llevó a planear un viaje al Hades, anhelando raptar a Perséfone para convertirla en esposa de Pirítoo. Mientras tanto, los Dioscuros, los hermanos de Helena, irrumpieron en escena, rescatándola de su cautiverio. En un giro inesperado, tomaron prisioneras a la madre de Teseo y a la hermana de Pirítoo, llevándolas a Esparta para convertirlas en esclavas de Helena.
Boda con Menelao y la obsesión de Paris
Tindáreo, en su temor de desatar una guerra entre los rechazados, siguió un consejo de Odiseo; realizar un juramento vinculante a los pretendientes, garantizando su ayuda en la defensa de quienquiera que fuese elegido como esposo de Helena en caso de seducción o rapto. Fue así como Menelao, hermano de Agamenón, fue designado para desposarla, una elección orquestada por el acuerdo y los designios de otros, aunque en algunas versiones, Helena misma habría seleccionado a Menelao.
Más tarde, Paris acogido por la hospitalidad de Menelao y Helena en Esparta, vio en su viaje una oportunidad para adquirir un gran premio. Mientras Menelao estaba ausente en Creta, Afrodita hizo que la reina se prendara de Paris, y ambos amantes, hechizados, huyeron con el tesoro de Menelao hacia Troya. Ya sea por el engaño de los dioses o por la acción violenta de Paris al secuestrarla, la huida de Helena marcó el preludio de una épica guerra, cuyo eco resonaría por generaciones en la historia de la antigua Grecia.
Intervención en la Guerra de Troya
Cuando Paris, príncipe troyano, y Helena llegaron a la ciudad, las versiones sobre su recibimiento divergen. Mientras algunos relatos afirman una cálida acogida por parte de los troyanos, con el rey Príamo prometiendo retenerla a toda costa, otros sugieren un recibimiento más hostil, reservando la benevolencia únicamente de algunos allegados, incluyendo a los hermanos de Paris y la reina Hécuba. Sin embargo, la advertencia profética de Casandra sobre el destino fatídico que aguardaba a la ciudad debido a la presencia de Helena fue ignorada.
La llegada de Menelao, acompañado por una coalición griega ansiosa de reclamar a Helena, desencadenó la llamada «Guerra de Troya» que se prolongaría por una década. Antes de la guerra, embajadores como Menelao y Odiseo intentaron reclamar a Helena y su tesoro, pero los troyanos se negaron. Durante el conflicto, el papel de Helena la muestra respetada por algunos troyanos, mientras que otros culpan su belleza divina por las desgracias que acosaban a la ciudad.
Algunos mitos la vinculan a episodios que van desde la protección de los griegos hasta encuentros con Aquiles y la astuta estratagema del caballo de madera. La saga de Troya concluyó con la derrota de la ciudad y la muerte de Paris, llevando a un nuevo matrimonio con Deífobo, hijo de Príamo. Más tarde, Menelao mataría al propio Deífobo, reclamando a su mujer Helena y regresándola a Esparta.
Culminación de la historia de Helena
Una versión mítica sitúa a Helena en los Campos Elíseos o en la isla de Leuce, acompañada de Menelao, después de su muerte. En este escenario divino, se menciona una unión con Aquiles, dando a luz a un hijo alado, Euforión, cuyo origen era la unión entre la belleza de Helena y la valentía del héroe. No obstante, la tragedia de Eurípides, Orestes, presenta un giro distinto, mostrando a Orestes y Pílades decididos a matar a Helena por considerarla la fuente de sus desgracias. Aunque intentaron ejecutar su plan, Apolo intervino para salvar a Helena y divinizarla, negándoles su venganza y perpetuando su inmortalidad.
Contradiciendo estas versiones gloriosas, se plantea otra historia donde las tumbas de Helena y Menelao se encuentran en el templo de Menelao en Terapne, cerca de Esparta. Por último, tenemos un mito mucho más sombrío; en su destierro, Helena fue acogida por Polixo en Roda, quien se encargó de disfrazar a sus criadas como Erinias, atormentando a la pobre mujer hasta que, presa de la angustia, se quitó la vida. Esta versión perturbadora desencadenó la edificación de un santuario en Rodas en su memoria, conocido como el santuario de Helena Dendrítide.