En este momento estás viendo Ananké: Diosa de la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad

Ananké se define a sí misma como una figura ineludible y primordial, conocida como la diosa de la inevitabilidad, la compulsión y la necesidad. Su origen, envuelto en misterio, la sitúa como la hija de un dios primordial, aunque la identidad de su padre permanece en las sombras del mito. Sin embargo, su conexión estrecha con Chronos, la personificación del tiempo incorpóreo e inevitable, es innegable.

En su papel como creadora primigenia, Ananké se convierte en la matrona del cosmos. Su influencia trasciende la mera creación, tejiendo los hilos del destino y guiando el curso de los dioses, humanos y los cielos. Su poder es tal que incluso el temible Zeus se veía constreñido por la inevitabilidad que ella representaba. Así pues, en este artículo, exploraremos la enigmática esencia de Ananké, su papel como madre del Universo y la influencia ineludible que ejerce sobre el destino mismo, desde los cielos hasta los recovecos más íntimos de su existencia.

Nacimiento de Ananké dentro del universo

El nacimiento de Ananké en las descripciones de Platón se teje en la bruma de las antiguas narrativas, donde el Caos buscaba orden y estructura en la vastedad primigenia. Según este, cuando el Demiurgo anhelaba infundir coherencia al Caos, engendró a Eurínome, la hermosa, quien danzó sobre los abismos sin encontrar un lugar estable para reposar sus pies. Para remediar esto, se crearon los mares primigenios, Hydros y Thesis, una solución al caótico vacío.

En este orden emergente, surgió la serpiente Ofión, cuyo abrazo con Eurínome, transformada en paloma, dio origen a un Huevo, símbolo primordial del universo en formación. En este Huevo se entrelazaron Chronos y Ananké, dos entidades cósmicas indisolublemente unidas, otorgando estabilidad al naciente cosmos. Su presencia dio origen a la Tierra, con sus vastas llanuras y montañas estériles, dotándola de existencia en un mundo árido. Posteriormente, la amalgama de Chronos y Ananké engendró a Fanes, el inicio de todas las cosas, un ser que, junto con el Caos, dio vida a una diversidad de aves y sembró la semilla de la creación. También, de este vínculo esencial, surgieron otros dioses, como Poros, el inicio, Tecmor, el final, y Penia, la personificación de la carencia.

Los relatos órficos, en cambio, presentan a Ananké emergiendo por sí misma, un ser serpentino cuyos brazos se extendían abarcando todo el universo, vinculada inseparablemente con Chronos, la encarnación del tiempo, como fuerzas ineludibles que danzan alrededor del huevo primigenio. Este huevo, según Epicuro, se dividió por su fuerte ligadura, originando la tierra, el mar, el fuego, el aire, Éter, Caos y Erebo, signos del orden emergente; mientras Ananké y Chronos, entrelazados eternamente, guiaban los cielos y el incesante fluir del tiempo, inalcanzables para los dioses más jóvenes.

Etimología de su nombre

El significado de Ananké se puede ver en la raíz griega ἀνάγκη, que encapsula la idea de «fuerza, constancia y necesidad». Homero, maestro de las letras griegas, utilizó este término en composiciones como «αναγκαίη πολεμίζειν», expresando «es necesario luchar», y «ἐξ ἀνάγκης», denotando «por la fuerza». El peso de su significado se extendió más allá de la mera necesidad, abarcando el espectro de la fortuna y el destino, como se refleja en expresiones como «ανάγκη δαιμόνων», indicando «destino por los demonios o los dioses».

El poeta Simonides de Ceos fue pionero en referirse a la diosa con el nombre que la identifica, Ananké, y dejó un legado marcado por la imponente percepción que los dioses tenían de ella. Se afirma que «incluso los dioses evitan enfrentarse a la fuerza de la Necesidad», una frase profundamente arraigada en el miedo reverencial que suscitaba esta deidad entre los seres divinos. Lo cual hace total sentido, ya que Ananké no era solo un componente esencial en la mitología griega, sino también un pilar en la creación del universo y su orden.

La Madre de las Moiras

Ananké, más allá de su propia naturaleza, es considerada «fisiológicamente» la madre de las Moiras, las personificaciones del destino en la mitología griega. Estas tres deidades, Cloto, Láquesis y Átropos, ostentan el control desde el nacimiento hasta la muerte, guiando el hilo vital de todos los seres, incluidos dioses y mortales. Según esta teoría, las Moiras, imbuidas del poder y la dirección de Ananké, controlan y determinan el curso de la vida de cada ser, desde el nacimiento hasta el último suspiro.

Cloto, la primera de las Moiras, guía el nacimiento y el inicio de la vida, hilando el destino de cada ser desde sus orígenes. Láquesis, la Moira del presente, determina el curso y las experiencias vitales de los individuos, moldeando su destino a lo largo de la existencia. Y finalmente, Átropos, la Moira de la muerte, corta el hilo de la vida, simbolizando el final inevitable y necesario.