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En los antiguos reinos de Anatolia, en la cuna misma de la civilización, la deidad que encarnaba la fertilidad, el poder de la tierra y la esencia misma de la Naturaleza era Cibeles, una figura reverenciada como la gran madre divina. Originaria de Frigia y venerada como la personificación de la Madre Tierra, Cibeles se convirtió en una de las deidades más veneradas del mundo griego. Esta deidad trascendía la mera fertilidad; era la guardiana de las montañas, las cavernas y las fortificaciones, simbolizando la fuerza y la protección.

Con su vínculo con los animales, especialmente los leones y las abejas, su influencia se extendía desde la fauna hasta la agricultura, siendo adorada como la protectora de la naturaleza y los seres vivos. Su culto no solo perduró a lo largo del tiempo, sino que traspasó fronteras, impactando profundamente en la cosmovisión y la espiritualidad del mundo antiguo. Dicho esto, conozcamos la fascinante historia y el legado de Cibeles, la diosa de la tierra en Frigia, cuyo poderío sigue resonando en la esencia misma de la naturaleza.

Origen de Cibeles dentro de la mitología griega

El origen de Cibeles se remonta a un sueño de Zeus en el monte Dídimo, donde emergió Agdistis, una criatura hermafrodita, nacida del semen derramado por Zeus en la tierra. Esta criatura, dotada de órganos genitales femeninos y masculinos, desencadenó temor entre los dioses olímpicos debido a su poder y magnificencia. Convencidos de que su existencia representaba una amenaza, conspiraron para castrar a Agdistis, transformándolo en la diosa Cibeles.

De los genitales cortados de Agdistis, según relatos, nació un almendro. El fruto de este árbol fue consumido por la ninfa Nana, quien dio a luz a Atis, un joven que luego sería el foco de la tragedia. Cibeles, atrapada en un amor no correspondido, sintió celos cuando Atis se enamoró de otra mujer, la ninfa Sagarítide. La diosa, herida por los celos, ordenó la castración de Atis. Las versiones divergen en el destino de Atis: algunos relatos sugieren que pereció tras la castración, mientras otros apuntan a su resurrección por intervención divina o su transformación en un árbol.

Cuando hablamos de términos generales, la integración de Cibeles dentro de la mitología griega fue compleja; su figura fue equiparada a la de Rea, la madre de los dioses, en algunas narrativas. Su participación en mitos como el de Atalanta e Hipómenes y su enseñanza del culto misterioso a Dioniso reflejan su adaptación para fusionarse con los relatos ya existentes de dicha mitología.

Culto en de Cibeles en Roma

Su veneración comenzó con la llegada del Betilo cúbico y negro, el Kubele, que cayó en Monte Dindymon en Pessinus, marcando el epicentro de su adoración y dando origen a su nombre. La saga de la piedra sagrada que los romanos, atendiendo a una profecía y al oráculo de Delfos, llevaron a Roma en el 204 a.C. marcó el comienzo de su culto en la ciudad. Inicialmente, residió en el templo de La Victoria, esperando la culminación de su propio templo, que finalmente fue consagrado en el 191 a.C.

El culto de Cibeles atrajo a muchos hombres y mujeres romanas, aunque no podían acceder a su sacerdocio ni a sus rituales. Sin embargo, participaban activamente en el festival de la diosa, el Megalesia. La representación de la diosa en el templo y los servicios religiosos estaban a cargo de sacerdotes castrados, denominados galli, de origen oriental y eslavos. Estos sacerdotes, en un homenaje ritual a Atis, amado por Cibeles, realizaban la autocastración.

Los eventos de Cibeles incluían procesiones donde los sacerdotes llevaban a la diosa, rituales de sacrificio de toros (taurobolio) y ceremonias relacionadas con la sangre; las restricciones sobre estas prácticas fueron levantadas por el emperador Claudio tiempo después. Además, se llevaba a cabo un extenso festival en marzo, conocido como la «semana santa» para Cibeles, desde los idus hasta finales de mes. Durante estos días, los ciudadanos y hombres libres participaban en formas limitadas a través de dos colegios específicos, los cannophores («portadores de cañas») y los Dendrophores («portadores de árboles»), realizando sacrificios, rituales y transmitiendo las historias de la diosa.

Otras menciones de Attis

En la región de Frigia, el nombre «Attis» estaba ligado al culto de Cibeles, encontrado en diversas representaciones y monumentos frigios, revelando una conexión profunda. Las representaciones iniciales de Attis, como se muestra en la estela griega del siglo IV a.C., lo presentan como un bárbaro oriental helenizado, llevando atuendos frigios y elementos pastorales, a menudo acompañado por una diosa frigia, identificada como Agdistis. Las imágenes posteriores lo retratan como un pastor, relajado y sosteniendo instrumentos musicales como la siringa.

Attis parece haber difundido el culto de Cibeles en las colonias griegas desde los siglos VI y VII a.C. Su presencia creció después de las conquistas de Alejandro Magno, con representaciones encontradas en múltiples sitios griegos. En su representación junto a Cibeles, generalmente aparece como una deidad menor o su asistente sacerdotal, mostrando una relación de cercanía y devoción.

El término «Attis» fue utilizado como una forma de dirección hacia el sumo sacerdote del santuario de Cibeles en Pesinunte, evidenciando su integración en los rituales y prácticas asociadas al culto de la diosa. Esta estrecha conexión entre Cibeles y Attis trascendió las fronteras culturales y fue fundamental en la expansión y difusión del culto de la Diosa Madre.

Representación y significado de Cibeles

Cibeles, la majestuosa diosa de la Madre Tierra, es representada de manera imponente y cargada de significado en diversas manifestaciones artísticas. Su imagen lleva vestimentas frigias y una corona en forma de muralla, símbolo de fortaleza y protección. Porta las llaves que otorgan acceso a las riquezas de la tierra, manifestando su poder y dominio sobre la naturaleza. Además, monta un carro tirado por imponentes leones, seres poderosos que se subordinan ante su divinidad. Otras representaciones la muestran sentada en un trono, también custodiada por estos majestuosos animales, reafirmando su vínculo con la naturaleza salvaje.

La leyenda, relatada por Ovidio en Las Metamorfosis, la conecta con Hipómenes y Atalanta. En una carrera de velocidad, Hipómenes utiliza la astucia para distraer a Atalanta y ganar la competencia, lo que provoco que esta última se fijase en él románticamente. Su unión los llevaría al recinto sagrado de Cibeles, lo que provocaría la ira de la diosa, quien les castiga transformándolos en leones, condenados a tirar del carro eternamente sin poder mirarse.

Sumado a esto, también podemos mencionar la famosa fuente de Cibeles en Madrid, diseñada por Ventura Rodríguez y construida en el siglo XVIII. La escultura representa a la diosa en su carro, flanqueada por dos leones que no pueden mirarse, en alusión a la leyenda de Atalanta e Hipómenes. El monumento, además de su valor artístico y ser uno de los lugares indispensables que ver en Madrid, se ha convertido en un símbolo para los triunfos del equipo de fútbol Real Madrid, celebrado en la plaza que lleva su nombre.