El Juicio de Paris se define a sí mismo como el punto de ignición que desencadenó una de las guerras más épicas y legendarias de la antigüedad: la Guerra de Troya. Este ineludible momento, protagonizado por Paris, príncipe troyano, y las diosas Hera, Atenea y Afrodita, tejía el destino de civilizaciones. La narrativa llena de intriga y consecuencias mortales, revela un dilema que trasciende las alturas del Olimpo y se entrelaza con la humanidad en su máxima expresión.
La belleza, el poder y la sabiduría se enfrentaron en una encrucijada donde Paris, investido de un poder sobrenatural, debía decidir cuál de las tres diosas merecía la manzana dorada de la discordia. Este juicio, aparentemente inocente, transformó una decisión celestial en una guerra terrenal que consumió imperios, héroes y dioses. Dicho esto, a lo largo del siguiente artículo, nos dedicaremos a explorar el fascinante relato del Juicio de Paris, un punto de inflexión que selló el destino de Troya y resuena como un eco perdurable en la epopeya de la antigua Grecia.
Intervención de Eris en la boda de Tetis y Peleo
La boda de Tetis y Peleo, narradas por el célebre poeta romano Ovidio en sus Metamorfosis, emergen como un episodio de mitología griega. Tetis, diosa marina, había sido prometida a Peleo, pero el destino fue tejido de intrigas divinas y ambiciones mortales. Cuando el héroe Peleo buscaba unir su destino al de Tetis, esta empleó su habilidad para cambiar de forma, desafiando los deseos del guerrero, sin embargo, con los consejos previos de Proteo, el héroe consiguió someter a Tetis, culminando con su unión y el nacimiento posterior de Aquiles.
Más a delante, Eris, la diosa de la Discordia, quien no fue invitada a la celebración, decidió orquestar un plan para cobrar venganza. En un acto de desafío, arrojó una manzana de oro sobre la mesa, grabada con las palabras «Para la más bella». Esta simple fruta sembró la discordia entre tres diosas: Atenea, Afrodita y Hera, lo que se tradujo en un conflicto divino que solo Zeus podría resolver.
La confianza de Zeus en el Juicio de Paris
Ante la imposibilidad de llegar a un consenso divino, el padre de todos los dioses, Zeus, decide delegar esta crucial tarea a un joven mortal: Paris, el hijo del rey de Troya, Príamo. La elección de Paris, criado lejos de las pasiones y los asuntos divinos, se percibe como un garante de imparcialidad. Cada diosa, consciente del valor de la manzana de oro grabada con las palabras «Para la más bella», intenta seducir al joven príncipe con ofertas irresistibles.
Por un lado, Hera, esposa de Zeus, le promete poder y el título de Emperador de Asia. Atenea, la diosa de la inteligencia y la guerra, le ofrece sabiduría y la victoria en todas las batallas. Por último, Afrodita, la diosa del amor, presenta la posibilidad de conquistar el corazón de la mortal más hermosa de Grecia. Así, el Juicio de Paris se convierte en una competencia de astucia donde las estrategias y los dones únicos que cada diosa despliega son la base de todo.
Consecuencias para el pueblo de Troya
La elección por parte de Paris finalmente fue la diosa Afrodita, lo cual, irónicamente, lo llevó a raptar a Helena, desencadenó consecuencias desastrosas para el pueblo de Troya. Esto se debe a que, quien realmente era la mujer más bella del mundo, no era otra más que Helena, esposa del rey de Esparta, Menelao. Paris, tras pasar una noche en el palacio de Menelao durante su visita a Esparta, sucumbió a los encantos de Helena y la raptó, llevándola de regreso a Troya.
La furia de Menelao y su llamado a los reyes aqueos, incluyendo a Agamenón, Odiseo y Aquiles, condujeron a la formación de una poderosa expedición griega destinada a recuperar a Helena y, si fuera necesario, a luchar contra Troya. Agamenón, nombrado comandante en jefe, lideró la expedición, y Odiseo ideó la astuta estrategia del famoso caballo de madera que eventualmente permitió a los griegos tomar la ciudad.
La guerra de Troya, narrada magistralmente por Homero en la «Ilíada», duró casi una década y tuvo consecuencias devastadoras. Troya fue sitiada, enfrentando la ira de los dioses Hera y Atenea, aliadas de los griegos. La ciudad finalmente cayó, y tanto Paris como Troya sufrieron la destrucción. Este conflicto épico ha perdurado a lo largo del tiempo, inmortalizado en la literatura y el cine, como en la película «Troya», destacando los resultados de la elección de un solo hombre.