En este momento estás viendo Príamo: El último rey de Troya

Dentro de la historia de la Antigua Grecia, Príamo es una figura trágica y noble, cuyo destino se vio directamente relacionado con el presagio de encender las llamas de la legendaria «Guerra de Troya«. Como el último monarca de esta ilustre ciudad, Príamo, hijo de Laomedonte y la ninfa Estrimón, despierta la fascinación con su liderazgo en una era marcada por el mito y la epopeya.

Heredero de una estirpe legendaria, su reinado se ve impregnado de decisiones cruciales, desde la negativa a devolver a Helena a los griegos, hasta la sombra ineludible del rapto de Medea por parte de estos últimos, según las crónicas de Heródoto. Con esto en mente, adentrémonos en la epopeya de Príamo, el último rey de Troya, cuya historia ha logrado combinar la imaginación con la tragedia y la gloria.

Origen de Príamo dentro de la mitología griega

Según Apolodoro, Príamo, inicialmente llamado Podarces, cuyo significado evoca la ligereza en sus pasos, experimentó un destino forjado por la benevolencia y la furia de los dioses. En su infancia, Hércules salvó a su hermana Hesíone del abrazo de un monstruo marino, desatando así una cadena de eventos trágicos. La negativa de Laomedonte, padre de Príamo, a cumplir la recompensa prometida desencadenó la ira de Hércules, quien, en un arrebato, aniquiló a la familia real de Troya. Podarces, rescatado por su hermana Hesíone, se convirtió en Príamo, un nombre derivado del verbo griego «priamein», que significa «comprar».

El ascenso de Príamo al trono de Troya estuvo marcado por sus proezas como líder militar. Desde enfrentarse a las Amazonas en su juventud hasta consolidar el poder de Troya, ganándose el título de «El dueño de Asia». A su vez, sus uniones matrimoniales, primero con Arisbe y luego con Hécuba, dieron lugar a una prolífica descendencia que incluía figuras destacadas como Héctor, Paris, Héleno y Casandra. Se dice que la progenie de Príamo fue numerosa, llegando a tener en total 12 hijas y 50 hijos en la Ilíada, o 46 hijos y 8 hijas, según Apolodoro.​

Papel dentro de la Guerra de Troya

Al desplegarse la vorágine de la Guerra de Troya, Príamo, ya un anciano con las fuerzas menguadas, asumió un papel crucial pero lejos del fragor directo de la batalla. Su responsabilidad como soberano consistió en infundir ánimo a su pueblo desde la seguridad que proporcionaban las imponentes murallas de Troya. Mientras las huestes troyanas resistían el asedio griego, Príamo, con sabiduría y prudencia, se dedicó a la toma de decisiones políticas, delegando la comandancia militar en su hijo Héctor.

Sin embargo, Príamo, desde las alturas de su reinado, fue testigo de la caída sucesiva de sus hijos. Troilo sucumbió en una emboscada a manos de Aquiles, Héleno fue secuestrado por los griegos para aprovechar sus dotes proféticas, y el momento más desgarrador llegó con la muerte de Héctor. Aquiles, en un acto de brutal represalia, arrastró el cuerpo de Héctor alrededor de las murallas de Troya, infligiendo un dolor insoportable al desconsolado padre.

Sumido en la desesperación, Príamo se disfrazó humildemente, cruzó las líneas enemigas con la ayuda de Hermes y llegó a la tienda de Aquiles. En un acto de pura tristeza, se postró ante el guerrero griego, suplicando la devolución del cuerpo de Héctor para otorgarle una digna sepultura. Aquiles, conmovido por la humanidad del anciano rey, accedió, permitiendo que Príamo regresara a Troya con los restos de su hijo. Pero la cosa no acabaría ahí, ya que Paris encontró el final de su destino en manos de Filoctetes. Por su parte, Príamo continuó liderando con dignidad, enfrentando la inevitable catástrofe que envolvió a Troya hasta su fatídico desenlace.

Muerte a manos del hijo de Aquiles, Neoptólemo

Cuando los aqueos, fingiendo retirarse de las costas troyanas, obsequiaron a la ciudad un gigantesco presente en forma de caballo, Príamo, ignorando las advertencias del sacerdote Laooconte, optó por llevarlo al interior de Troya como ofrenda a los dioses. Aquella fatídica noche, en medio de la ebriedad y las celebraciones, los troyanos se entregaron al sueño, inconscientes del peligro que se avecinaba. Los griegos, ocultos en el interior del caballo, emergieron sigilosamente, abriendo las puertas a sus compañeros recién llegados y desencadenando un caos de muerte y destrucción en las calles desprotegidas de Troya.

En su último acto de desesperación, Príamo intentó empuñar las armas para proteger a su pueblo. Sin embargo, su esposa Hécuba, reconociendo la futilidad de la resistencia, lo persuadió y lo condujo hasta un altar dedicado a Zeus en un rincón sagrado del palacio. Fue allí, en ese santuario, donde Neoptólemo, el hijo de Aquiles, lo encontró. Contraviniendo la sacralidad del lugar, Neoptólemo, despiadado y sin escuchar las súplicas del anciano, empuñó su espada y segó la vida de Príamo en un acto brutal.

Tras la caída de Troya, la despiadada búsqueda de los griegos por erradicar la estirpe troyana llevó al exterminio de todos los descendientes varones de Príamo. El pequeño Astianacte, hijo de Héctor, fue arrojado desde lo alto de las murallas, mientras que, entre los nietos, solo el joven Ascanio, hijo de Eneas y Creusa, escapó con vida, llevando consigo un legado que resonaría a lo largo de los siglos y encontraría su continuidad en la epopeya fundacional de Roma, encabezada por Rómulo y Remo.