En este momento estás viendo Áyax el Grande: El héroe legendario de Salamina y Peribea

Al abrir cualquier libro acerca de mitología griega nos daremos cuenta de que existen una gran cantidad de héroes y personajes, no obstante, la figura colosal de Áyax el Grande, también conocido como Áyax Telamonio, es una que destaca por encima de las demás. Este legendario héroe, hijo de Telamón, rey de Salamina, y Peribea, emerge de las páginas mitológicas como un guerrero imponente y valiente. Su distinción como «el Grande» o «Telamonio» busca diferenciarlo de otro héroe homónimo, hijo de Oileo.

Según la leyenda, detrás de su nombre, al ver el águila de Zeus posada en el hombro de Telamón, Heracles predijo el nacimiento de un hijo destinado a la grandeza, un héroe que se destacaría en las cruentas batallas de Ares. Así, el nombre de Áyax fue elegido, plasmando su destino con la gloria y la intriga que caracteriza a las leyendas griegas. Con esto en mente, a lo largo de este artículo nos adentraremos en la vida de Áyax el Grande, explorando sus hazañas, desafíos y el legado que dejó.

Origen y descripción de Áyax en la Iliada

Áyax, el poderoso guerrero de la mitología griega, se alza como uno de los héroes más destacados de la Ilíada, cuya figura imponente y valentía indomable lo posicionan como el segundo en fuerza, solo superado por su primo Aquiles. Partiendo de Salamina al mando de doce navíos, acompañado por su hermano Teucro, Áyax emprende una odisea de coraje y destreza en el escenario bélico troyano.

En la epopeya homérica de la Ilíada, Áyax es descrito como un coloso entre los guerreros griegos, un héroe de estatura monumental y fuerza descomunal. Su inmenso escudo, una barrera impenetrable de siete capas de pieles, es de hecho un símbolo de su invulnerabilidad en la batalla. A diferencia de muchos héroes mitológicos, Áyax no recibe el respaldo de los dioses, dependiendo exclusivamente de su habilidad y valentía humanas.

Entrenado por el centauro Quirón, Áyax participa en las guerras llevando consigo una gran hacha de guerra y comandando con ferocidad a su ejército; en cuanto a destreza y valentía, solo Aquiles y Héctor le rivalizan. Sin embargo, su tosquedad y falta de ingenio en la oratoria destacan, dando como resultado a un héroe cuya grandeza se forja en la fuerza bruta y el coraje irracional más que en la diplomacia.

Participación en la legendaria Guerra de Troya

De entre sus menciones más destacadas tenemos los enfrentamientos contra Héctor, concretamente el primero de estos se desarrolla en un duelo que perdura un día entero, sin que ninguno de los dos guerreros logre proclamarse vencedor. Por otra parte, la segunda confrontación tiene lugar durante una incursión troyana en el campamento aqueo, donde Áyax y Héctor se desafían en medio de los barcos griegos. Con su fuerza titánica, Áyax logro herir gravemente a Héctor al usar una piedra, dejando al príncipe al borde de la muerte.

Más tarde, Patroclo, el leal amigo de Aquiles, cae en combate a manos de Héctor, y en un acto heroico, Áyax defendió su cuerpo del intento troyano de profanación, asegurando su retorno al campamento griego y entregándolo a su desconsolado amigo Aquiles. De la misma manera, cuando la tragedia golpea con la muerte de Aquiles, Áyax, junto a Odiseo, se embarcaron en una misión para recuperar el cuerpo del héroe caído. Estos episodios destacan a Áyax como el baluarte inquebrantable de los aqueos, un líder que, a diferencia de Aquiles, coloca el bien común por encima de su orgullo personal.

El descenso de Áyax hacia la locura

Como contendiente legítimo para heredar la magnífica armadura forjada por el dios Hefesto que le pertenecía a Aquiles, Áyax, respaldado por su impresionante historial de victorias, se levantó como un firme aspirante. Sin embargo, Odiseo, hábil en el arte de la retórica, se interpuso en su camino, superándolo con ingenio en un desafío verbal ante la asamblea de los griegos, especialmente al Rey de Ítaca, de quien dependía la decisión.

La derrota humillante y la pérdida de la codiciada armadura sumergen a Áyax en una espiral de furia y desesperación. La injusticia percibida y la amargura alimentan su creciente resentimiento hacia Odiseo y Agamenón, desatando en él una tormenta emocional. En algunas versiones, pese a que Áyax tenía el orgullo herido, fue la diosa Atenea quien le sumergió en la locura; posiblemente como un castigo por no rendir tributo o dar plegarias a los dioses durante toda su vida.

Fallecimiento y menciones posteriores en la era moderna

Sumido en la confusión y el delirio orquestados por la diosa Atenea, Áyax confundió un rebaño de ovejas con los líderes aqueos, Odiseo y Agamenón, desatando una matanza entre los inocentes animales. Despertando de su trágico delirio y enfrentándose al horror de su acción, Áyax, deshonrado y afligido, decidió liberarse del peso de la vergüenza. Utilizando la espada que Héctor le había entregado como un gesto de honor, Áyax se quitó la vida, prefiriendo la muerte al oprobio continuo que amenazaba con consumir su honor guerrero.

En el lugar donde su sangre se derramó, brotó una flor de jacinto, cuyos pétalos llevaban marcadas las dos primeras letras del nombre de Áyax, como un lamento eterno por la tragedia que lo envolvía. Agamenón, oponiéndose a la cremación, decidió que el cuerpo de Áyax fuera enterrado en un féretro en el lugar llamado Reteo, un acto que destacó por ser el único guerrero al que se le otorgó esta virtud.

Pero la historía no acabo ahí, ya que su espíritu fue avistado por Odiseo durante su descenso al Inframundo. La amargura persistía en el alma de Áyax, quien se negó a entablar conversación con el héroe de Ítaca debido al resentimiento arraigado por la pérdida de las armas de Aquiles en la competición. En la actualidad, la memoria de Áyax perdura en las festividades Aiantes en Salamina y ha trascendido a través de diversas representaciones culturales, desde la literatura hasta la pantalla.