En este momento estás viendo Temis: Diosa de la justicia y la equidad

Temis, una figura reverenciada en la mitología griega, personifica la justicia y la equidad en su forma más pura. Como una de las titanides primordiales, su presencia trasciende la mera representación divina; es el equilibrio mismo que rige el universo. Esta deidad, con su imparcialidad incuestionable, encarna la ley natural y la sabiduría divina que guían las decisiones humanas y divinas por igual.

La visión mitológica la retrata sosteniendo las balanzas de la justicia y el sable de la verdad, símbolos que denotan su imparcialidad y su compromiso con la verdad absoluta. Su influencia trasciende lo humano; en el Olimpo, los dioses acuden a su sabiduría para resolver conflictos y controversias. Este análisis explorará la rica mitología y el legado cultural de Temis, revelando su papel crucial como guardiana de la justicia universal y la equidad, así como su relevancia perdurable en el desarrollo de la civilización griega y más allá.

Nacimiento y representación de Temis en la mitología griega

Temis se vio por primera vez en la mitología griega como una de las titánides primordiales, nacida del linaje cósmico de Urano, el Cielo, y Gea, la Tierra. Dotada de belleza sobrenatural, Temis personifica la ecuanimidad y la clarividencia; su vestidura blanca y el velo sobre sus ojos evocan su imparcialidad y su capacidad profética, una visión que va más allá de lo visible. De esta forma, la diosa despliega su papel como mediadora divina, asegurando la armonía entre los dioses y entre los mortales.

Es símbolo de justicia, sosteniendo con gracia la balanza que equilibra el bien y el mal, evaluando con sabiduría cada argumento para proclamar su veredicto. En su mano, la espada de la verdad emana un castigo imparcial para quienes desafían la ley. Representada en el arte antiguo como una figura madura, de mirada penetrante, viste túnicas vaporosas y sostiene con serenidad la balanza de la justicia y la espada del castigo. Sus ojos vendados subrayan su ecuanimidad y su capacidad para juzgar con imparcialidad cada caso.

Rol en las Asambleas Olímpicas, el Oráculo de Delfos y la Titanomaquía

El Oráculo de Delfos, aunque consagrado a Apolo, tuvo sus raíces en la sabiduría profética de Temis. Esta deidad recibió el oráculo de manos de su madre Gea y lo preservó con sabiduría, antes de entregárselo a su hermana Febe, quien luego se lo cedió a Apolo. Se cuenta que, para obtener el oráculo, Apolo debió vencer a una serpiente con rasgos de dragón (Pitón) o recibir la enseñanza directa de Temis. Según la leyenda, desde la grieta donde emanaban vapores proféticos, un pastor observó un comportamiento peculiar en sus cabras, desencadenando así la fama del lugar. La diosa, a través de la pitonisa, compartía sus conocimientos y advertencias con los mortales.

Su imparcialidad y rectitud la convertían en una figura de confianza incluso entre los dioses olímpicos, asesorando a Zeus y presidiendo los banquetes divinos. Temis, en su sabiduría, guio a Deucalión y Pirra en la repoblación de la Tierra tras el diluvio, enseñándoles cómo restablecer la humanidad. Además, durante la Titanomaquia, descendió a la Tierra en la edad dorada, impartiendo lecciones de moderación y buen comportamiento. A pesar de sus esfuerzos, la humanidad olvidó pronto sus enseñanzas, y ella retornó al Olimpo.

Algunas de las profecías más famosas de Temis

Temis, dotada de profecías que influenciaron destinos celestiales y mortales, se destacó por sus visiones premonitorias que impactaron en la historia de los dioses y héroes. Una de sus profecías más célebres envolvió a Tetis, la nereida que Zeus deseaba desposar, pues Temis alertó a Zeus de que cualquier hijo de Tetis sería superior a su padre. Esta profecía influyó en la decisión de Zeus de unirla a un rey mortal, Peleo de Ftía. De esta unión nació Aquiles, el héroe legendario cuyo destino se erigió en la tragedia griega.

En la Titanomaquia, Temis profetizó la victoria para aquellos que fueran sabios y usaran artimañas, consejo ignorado por los Titanes. Ella también predijo el rescate de Prometeo por un famoso arquero, Heracles. En otra ocasión, luego de que Zeus convocase un diluvio que inundo, Deucalión y Pirra como únicos supervivientes del desastre se adentraron al santuario de Temis en el río Cefiso. Súplicas desgarradoras movieron a Temis a restaurar el mundo: ordenó arrojar huesos detrás de ellos, transformando las piedras en seres humanos y repoblando así el mundo.

En Las Metamorfosis, Atlas, alertado por Temis, protegió las manzanas de oro con un dragón, profecía que se cumplió cuando Perseo lo transformó en una montaña. Además, Temis profetizó sobre Yolao, la juventud restaurada por Hebe, los hijos de Calírroe y Alcmeón. Zeus, influenciado por la profecía, otorgó la juventud a los hijos de Calírroe, sumiendo a los dioses en un debate sobre la otorgación de dones.

Genealogía de la diosa Temis y amorío con Zeus

Hesíodo señala su nacimiento como uno de los hijos de la unión entre los dioses primordiales, hermana de grandes divinidades como Rea, Cronos y Febe. Temis, tras su unión con Zeus, desempeñó un papel esencial como su segunda esposa. Su progenie conjunta representaba el orden cósmico visible: las Horas, las Parcas (Moiras) y otras personificaciones fundamentales. La diosa, vinculada a la justicia y la equidad, tuvo un rol trascendental en la mitología, profetizando y guiando destinos divinos y humanos.

Sin embargo, su historia con Zeus presenta matices: se convirtió en la segunda esposa después de que el rey de los dioses terminara abruptamente su unión con Metis, debido a una profecía que predecía la llegada de un hijo que superaría su poder. Zeus, prevenido por Gea, terminó con la vida de Metis al engullirla para así evitar la profecía, no obstante esto resulto en que de su cráneo luego naciese Atenea. Algunas versiones señalan que Jápeto fue su amante y que Prometeo, el titán que entregó el fuego a los mortales, fue su hijo.

Se dice que Temis fue uno de los pocos testigos de todas las eras de la humanidad, hasta que finalmente vio a esta durante la llamada «Edad de Hierro» y horrorizada por su degeneración hacia la violencia, se refugió en el firmamento. Finalmente, buscando el refugio en todo el amor y carño del único ser que alguna vez la comprendió, Zeus tomo la decisión de transformarla en la constelación de Virgo, donde permanece por la eternidad.

Influencia en la Guerra de Troya

La influencia de Temis en la Guerra de Troya se remonta a la profecía que urdió junto a Zeus, un plan para desencadenar una guerra que corrigiera la conducta pecaminosa de la humanidad y redujera la población terrenal. Fue ella quien, con su visión profética, alteró el curso de los eventos al hacer que Tetis, la nereida, se casara con el rey mortal Peleo, en lugar de unirse a dioses como Zeus o Poseidón, tal como se esperaba.

Este giro en los destinos divinos y mortales fue el punto de partida para una cadena de sucesos decisivos. La boda de Tetis y Peleo fue el escenario en el que Eris, la discordia, hizo su entrada con la Manzana de Oro inscrita con las palabras «a la más bella». Este simple acto desencadenó una competencia entre Hera, Atenea y Afrodita por la posesión de la manzana y el título de «la más bella».

La rivalidad entre estas diosas llevó a la disputa del juicio de Paris, donde el príncipe troyano, guiado por la elección de Afrodita gracias a la promesa de la mujer más hermosa, otorgó la manzana a Afrodita, provocando la ira de Hera y Atenea. Este acontecimiento fue el comienzo de una serie de eventos que culminaron en la famosa Guerra de Troya, que culminaría con la muerte del héroe Aquiles.

Adoración en la Antigua Grecia

El culto a Temis se extendía ampliamente por toda la Antigua Grecia, evidenciando su importancia y relevancia en la religión y la sociedad griega. En diferentes regiones, templos y santuarios se erigían en su honor, siendo adorada como la diosa de la justicia, la equidad y la profecía. Sumado a esto, en el Himno Órfico a Temis, se la describe como la «profetisa de los dioses», resaltando su papel como la primera en otorgar a la humanidad el conocimiento sagrado de los oráculos.

En diversas localidades, como el Ática, Corinto, Beocia, Olimpia y Ramnunte, se levantaban templos y altares consagrados a Temis. Su presencia se destacaba también en importantes santuarios, como el templo ubicado en el santuario oracular de Zeus en Dodona y otro cerca de la acrópolis en Atenas. Sea como fuere, en cada uno de estos lugares, su presencia era venerada con estatuas y altares que rendían homenaje a su papel en la promoción de la justicia y el orden.

Además, Temis era honrada por ser la promotora de la correcta relación entre hombre y mujer, lo cual constituía la base de la familia legítima y ordenada. Los jueces, a menudo llamados «sirvientes de Temis», reflejaban su influencia en el sistema judicial, donde se basaba el orden tanto en la sociedad humana como en el Olimpo.

Faceta romana como Iustitia (Justicia)

En el contexto romano, la figura de Iustitia, equivalente a la diosa griega Temis en su faceta como personificación de la justicia divina, se enraíza en las concepciones legales y civiles propias de la cultura romana. A diferencia de la tradición mitológica, la representación de Iustitia no se fundamenta tanto en la mitología antigua como en abstracciones y principios legales arraigados en la sociedad romana.

Iustitia es comúnmente representada como una figura femenina y serena, con los ojos vendados simbolizando la imparcialidad en sus decisiones. Su iconografía incluye la presencia de una balanza, símbolo de equidad y equilibrio en la ponderación de las acciones, así como una cornucopia, indicando la prosperidad que puede derivarse de un sistema legal justo y equitativo.

Una de las representaciones más notables de Iustitia en la iconografía romana es su imagen esculpida que adorna la entrada de los juzgados. Esta imagen enfatiza su papel como la personificación misma de la justicia, recordando a los ciudadanos la importancia de la equidad en el sistema legal. En ocasiones tambien se la muestra sobre un león, un símbolo de fuerza y poder el cual señala que la justicia, aunque imparcial, debe estar respaldada por la fuerza y la autoridad para hacer valer sus decisiones.