Reconocida como la hermana y esposa de Cronos, Rea es una divinidad femenina que no solo ocupa un lugar destacado en el panteón griego por sus lazos familiares, sino también por su rol central en los acontecimientos divinos que marcaron la historia de los dioses. Hija de deidades primordiales, Rea encarna la fertilidad y la maternidad dentro de la cosmogonía griega. Más tarde, su unión con Cronos, quien además de su hermano se convertiría en su amante de forma forzada, establecería la descendencia más reconocida a nivel mundial en la mitología griega.
Sumado a esto, Rea se convierte en una figura crucial en la lucha contra la tiranía de Cronos, quien devoraba a sus propios hijos por temor a perder su poder. Astuta y protectora, Rea interviene para salvar a sus hijos, incluyendo a Zeus, urdiendo un plan para engañar a Cronos y preservar la descendencia divina. Reverenciada como la madre de los dioses, Rea simboliza el poder femenino y la fuerza materna en la mitología griega.
Origen de Rea en la mitología griega
La titanide Rea tiene sus raíces en la Teogonía de Hesíodo, donde se revela su linaje como hija de Urano, el Cielo, y Gaia, la Tierra. Emerge como parte de una generación de divinidades primigenias, siendo hermana de poderosas deidades como Océano, Temis, Mnemósine y Cronos, entre otros iconos mitológicos. El relato épico nos presenta una trama trascendental: Urano, temeroso de sus propios hijos, los esconde bajo la tierra. Ante esta opresión, Gaia urde un plan para liberar a su descendencia, y solo Cronos se atreve a llevarlo a cabo, enfrentándose a su padre y despojándolo de su poder.
Posteriormente, Cronos obligaría a Rea, su hermana, a unirse con él, dando a luz a una descendencia excepcional: Hestia, Deméter, Hera, Hades y Poseidón. Sin embargo, la tragedia acecha a esta estirpe divina, pues temiendo ser derrocado por su propia progenie como su padre, Cronos devora a sus hijos recién nacidos, para así prevenir el funesto futuro que Urano y Gaia habían predicho. Este oscuro giro del destino impregna la historia de Rea con tragedia y desesperación, cuyo amor maternal se ve frustrado por el temor de Cronos a perder su poder.
Representación física de Rea
En distintas representaciones artísticas, a Rea se la visualiza ataviada con vestimentas frigias, adornada con una corona de muralla que resalta su conexión con la fortaleza y la protección. Portando un cetro o una espiga de trigo, Rea ostenta su papel como una divinidad asociada a la fertilidad y a la provisión. Su posesión de las llaves que brindan acceso a las riquezas de la tierra resalta su influencia sobre la abundancia y la prosperidad. Montando un carro tirado por leones, símbolo de poder y dominio, demuestra su control sobre la naturaleza y su posición como madre superior de la Tierra.
Otra representación la muestra sentada en un trono, custodiada por las mismas bestias, consolidando su imagen como una deidad venerada y respetada por la naturaleza y las fieras. Esta imagen poderosa y materna resuena fuertemente en su asociación con Cibeles, evidenciando su relevancia en las culturas y mitologías antiguas, trascendiendo fronteras y convirtiéndose en una nodriza divina, incluso vinculada al cuidado de Dioniso en las narrativas de Hesíodo.
La travesía para dar a luz a Zeus
La historia de Rea y el nacimiento de Zeus es una narrativa de astucia y determinación para salvaguardar al niño que estaba destinado a derrocar a su padre. Ante la amenaza de Cronos, quien devoraba a sus hijos, Rea buscó la guía de Gaia y Urano para proteger a su próximo hijo. Siguiendo su consejo, Rea viajó a la isla de Creta para dar a luz a Zeus en una cueva en el monte Dicte.
Con el engaño como su recurso, Rea logró confundir a Cronos al entregarle una piedra envuelta en mantas, presentándola como el recién nacido. Desconociendo la artimaña, Cronos se tragó lo que creyó era su hijo. Mientras tanto, Zeus fue criado en Creta por las ninfas Adrastia e Ida y alimentado con la leche de la cabra Amaltea. A medida que Zeus crecía, Rea sabía que él sería la fuerza para derrocar a Cronos, y es aquí donde se nos presentan dos versiones del mito.
El primero de ellos nos dice que, con la ayuda de la Oceánida Metis; la cual le entrego un emético que lo haría vomitar, Zeus logró que Cronos regurgitara a sus hermanos en orden: Poseidón, Hades, Hera, Deméter y Hestia. Por otro lado, la segunda versión cuenta que Zeus abrió el estómago del titán con su fuerza, liberando así a todos los dioses olímpicos. En ambas versiones, el conflicto se desarrolla hasta llegar a la conocida «Titanomaquía», una guerra que se desató entre los titanes de primera generación y los dioses olímpicos, los cuales tenían como aliados a los gigantes, los hecatónquiros y los cíclopes, concluyendo en la derrota de los titanes y su posterior encarcelamiento en el Tártaro.
Mito del nacimiento y muerte de Dionisio
La leyenda de Dionisio comienza con Zeus, que se disfraza de mortal para relacionarse con Sémele, la cual queda embarazada de Dionisio. Sin saber la verdadera naturaleza de su amante, Sémele pide a Zeus que se revele en su totalidad, lo que lleva a su muerte instantánea al contemplar la magnificencia de su verdadera forma. Sin embargo, Dionisio, aún no nacido, es rescatado por su padre Zeus, quien lo coloca en su muslo hasta que esté listo para nacer por segunda vez, esta vez de manera divina.
No obstante, la historia toma un giro cuando Hera, furiosa por la existencia de Dionisio, ordena a los Titanes que lo destruyan. Dionisio fue desmembrado por ellos, pero su abuela Rea, en una muestra auténtica de compasión y amor, reunió los fragmentos de su cuerpo y lo resucito. Una vez devuelto a la vida, Rea lo envió de nuevo con Zeus, no sin antes disfrazarlo de carnero para protegerlo de la ira implacable de Hera.
Influencia de Rea en el viaje de los Argonautas
Tras un accidente trágico en la isla de los doliones, donde mataron accidentalmente al rey cícico, los Argonautas se encontraron varados debido al implacable clima. En este momento crítico, una revelación llegó a través de un alción, un pájaro que Mopso, uno de los argonautas, pudo entender. El alción transmitió una profecía clave: el clima no cambiaría hasta que honraran a la diosa madre, Rea. Respondiendo a esta revelación, Jasón y los Argonautas se dirigieron a las costas tracias, donde erigieron un altar y ofrecieron coronas de hojas de roble, rindiendo homenaje a Rea y rogándole que calmara la tormenta.
La respuesta divina no se hizo esperar. Se manifestó en formas impresionantes: los árboles se colmaron de frutos, flores brillantes surgieron del suelo y las bestias salvajes abandonaron sus escondites. Lo más asombroso fue el surgimiento de un manantial en el monte Dindimón, donde antes no había existido agua, y que luego se conocería como el manantial de Jasón. Los Argonautas celebraron una festividad en honor a la diosa en el monte de los Osos, entonando sus alabanzas; al amanecer la tormenta había cesado y el clima se calmó, permitiendo a los Argonautas abandonar la isla.
Castigo a Hipómenes y la cazadora Atalanta
Atalanta, consagrada a Artemisa y destinada a mantener su virginidad, proclamó que solo se casaría con quien la venciera en una carrera; y si ella triunfaba, la muerte aguardaría a su oponente. Sin embargo, Hipómenes se atrevió a enfrentarla con un ingenioso plan: poseedor de manzanas de oro de los jardines de las Hespérides, regalo de Afrodita, las dejaba caer estratégicamente durante la carrera. Fascinada por su deslumbrante belleza, Atalanta se detenía a recogerlas, lo que permitía a Hipómenes avanzar y ganar la competencia.
Este astuto triunfo les concedió la unión como esposos, pero el goce de su amor fue interrumpido por un acto sacrílego: entrar en el santuario de Rea y profanar su sagrado espacio con su amor humano. Enfurecida, Rea los transformó en leones, separando así su existencia humana y uniendo sus destinos a la naturaleza salvaje. Más aún, los condenó a tirar de su carro, como una vida de servidumbre a la deidad que les impuso su castigo.